21En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo:
—Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 22Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
23Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte:
—Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. 24Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.
Texto de EUNSA (Universidad de Navarra)