Crucifixión y muerte de Jesús según San Mateo

Mateo27 › 32 – 56

32Cuando salían encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y le forzaron a que le llevara la cruz. 33Llegaron al lugar llamado Gólgota, es decir, «lugar de la Calavera». 34Y le dieron a beber vino mezclado con hiel ; y lo probó pero no quiso beber.35Después de crucificarlo, se repartieron sus ropas echando suertes. 36Y allí, sentados, le custodiaban. 37Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Éste es Jesús, el Rey de los Judíos». 38Luego fueron crucificados con él dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda.

39Los que pasaban le injuriaban moviendo la cabeza 40y diciendo:

—Tú que destruyes el Templo y en tres días lo edificas de nuevo, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.

41Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban a una con los escribas y ancianos, y decían:

42—Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. 43Confió en Dios, que le salve ahora si le quiere de verdad, porque dijo: «Soy Hijo de Dios».

44Incluso los ladrones que habían sido crucificados con él le insultaban de la misma manera.

45Toda la tierra se cubrió de tinieblas desde la hora sexta hasta la hora nona. 46Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz:

—Elí, Elí, ¿lemá sabacthaní? —es decir, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

47Algunos de los allí presentes, al oírlo, decían:

—Éste llama a Elías.

48E inmediatamente uno de ellos corrió, tomó una esponja, la empapó en vinagre, la sujetó en una caña y se lo dio a beber. 49Los demás decían:

—¡Déjalo! Vamos a ver si viene Elías a salvarle.

50Pero Jesús, dando de nuevo una fuerte voz, entregó el espíritu.

51Y en esto el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo y la tierra tembló y las piedras se partieron; 52se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, resucitaron. 53Y saliendo de los sepulcros, después de que él resucitara, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.

54El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dijeron:

—En verdad éste era Hijo de Dios.

55Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, las que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56Entre ellas estaban María Magdalena, María —la madre de Santiago y de José— y la madre de los hijos de Zebedeo.

Texto de EUNSA (Universidad de Navarra)

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