13Y le condujeron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, el sumo sacerdote aquel año. 14Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Conviene que un hombre muera por el pueblo».
15Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote. 16Pedro, sin embargo, estaba fuera, en la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e introdujo a Pedro. 17La muchacha portera le dijo a Pedro:
—¿No eres también tú de los discípulos de este hombre?
—No lo soy —respondió él.
18Estaban allí los criados y los servidores, que habían hecho fuego, porque hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.
19El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. 20Jesús le respondió:
—Yo he hablado claramente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. 21¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho.
22Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
—¿Así es como respondes al sumo sacerdote?
23Jesús le contestó:
—Si he hablado mal, declara ese mal; pero si tengo razón, ¿por qué me pegas?
24Entonces Anás le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
25Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron:
—¿No eres tú también de sus discípulos?
Él lo negó y dijo:
—No lo soy.
26Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
—¿No te he visto yo en el huerto con él?
27Pedro volvió a negarlo, e inmediatamente cantó el gallo.
Texto de EUNSA (Universidad de Navarra)