131Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. 2Se reunió en torno a él una multitud tan grande, que tuvo que subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la playa. 3Y se puso a hablarles muchas cosas con parábolas:
—Salió el sembrador a sembrar. 4Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. 5Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; 6pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. 7Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la ahogaron. 8Otra, en cambio, cayó en buena tierra y comenzó a dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. 9El que tenga oídos, que oiga.
10Los discípulos se acercaron a decirle:
—¿Por qué les hablas con parábolas?
11Él les respondió:
—A vosotros se os ha concedido el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha concedido. 12Porque al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 13Por eso les hablo con parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con el oído oiréis, pero no entenderéis;
con la vista miraréis, pero no veréis.
15Porque se ha embotado el corazón
de este pueblo,
han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos;
no sea que vean con los ojos,
y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón y se conviertan,
y yo los sane.
16»Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. 17Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.
18»Escuchad, pues, vosotros la parábola del sembrador. 19A todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. 20Lo sembrado sobre terreno pedregoso es el que oye la palabra, y al momento la recibe con alegría; 21pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza y cae. 22Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda estéril. 23Y lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.
Texto de EUNSA (Universidad de Navarra)