25En aquella ocasión Jesús declaró:
—Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. 26Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 27Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
28»Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. 29Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: 30porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.
Texto de EUNSA (Universidad de Navarra)
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